Esta página no es sólo para personas que tienen atracción por el mismo sexo (AMS), también va dirigida a todas aquellas personas que en la actualidad no tienen la mejor relación con su padre por los motivos que sea y pueden ver esa necesidad; la necesidad de un padre en su vida, en los aspectos y formas más variadas de su día a día.
La relación de mi madre y mi hermana pequeña era muy cercana desde que mi hermana nació, ella demandaba mucha atención de mi madre por razones de salud, así que mi padre se ocupaba mucho más de mí, era un “papá” cariñoso, cercano y también bastante divertido.
Yo adoraba a mi padre, lo reconozco, me sentía mucho más identificada con él que con mi madre. Los dos compartíamos el mismo entusiasmo por la naturaleza y los deportes, él me enseñó a nadar, a montar en bici y a jugar fútbol. Tengo un hermano unos años mayor que yo, asi que nos pasábamos el día los tres juntos. Yo era la “niña de papá” y me sentía segura con él, cuando era muy pequeña incluso me echaba la siesta encima de su tripa. Pienso que hasta cierto punto es bueno que tuviese esta relación con mi padre, pero me faltaba compensarla con una relación más cercana con mi madre.
Pero la vida nos enseña sus lados más oscuros, da igual la edad que tengas cuando una mala noticia llama a tu puerta y se instala de compañera en tu casa. En mi caso tenía 6 años cuando mi padre tuvo un derrame cerebral con el que no volvió a ser el mismo. No voy a entrar en muchos detalles médicos pero estuvo dos semanas ingresado sin ser muy consciente de lo que pasaba a su alrededor, perdió parte de sus funciones motoras y del lenguaje. Personalmente se me cayó el mundo encima en esas semanas, a mis hermanos y a mí no nos dejaban ir a cuidados intensivos a verlo, yo creo que intentaban protegernos.
Sabes, realmente fue peor lo que vino a continuación, nadie se sentó a hablar conmigo de lo que había pasado a mi padre: ¿cómo le explicas a una niña de 6 años eso? Mi padre cambió mucho, sobre todo a nivel emocional. De ser una persona extrovertida pasó a ser muy reservado, ya no quería jugar tanto con nosotros, se cansaba mucho…normalmente estaba de mal humor. Su ira era incontrolable, rompía cosas o gritaba mucho, pasó por un tiempo de depresión y ansiedad. Incluso ahora que escribo sobre esto siento tristeza en mi corazón y se me llenan un poco los ojos de lágrimas. De repente sentí que el mundo no era un lugar seguro ya que no podía confiar en la figura que me daba esa seguridad.
Ahora me doy cuenta que este fue uno de los detonantes de mi AMS, aunque no fue el único lógicamente. No ayudó mucho que mis padres, los dos, mi padre y mi madre, discutieran mucho entre ellos, y que yo estuviese en medio. A partir de los 10 años escuché muchas veces por parte de mi madre que los hombres son malos, que los hombres hacen daño a las mujeres, que ellos son el “sexo débil”, que si mira tu padre esto o aquello, que total casarte para vivir con una persona enferma no merece la pena… día tras día, comida tras comida, noche tras noche…mi madre tenía un “armamento” en su boca para criticar a los hombres.
Ahora ya no la culpo, sé que ella no tuvo un buen padre y que no le fue fácil vivir la enfermedad de mi padre.
Cuando era adolescente yo quería ser un chico, pese a todo esto, quería ser el “niño bueno” de mamá, creo que en ese momento competía con mi hermana pequeña porque pensaba que tenía que “ganarme” mi espacio en su vida.
Por otra parte, yo tenía más amigos chicos que chicas, de hecho me sentía uno de ellos. Pero secretamente tenía mucho temor a los chicos, especialmente a los chicos un poco mayores que yo.
En mis primeros años universitarios no me fijaba en chicos, tenía muy claro que me atraían las mujeres, pero también evitaba a los hombres porque para mí eran una fuente de sufrimiento. Mi padre lo había sido, ellos también. Yo soy una persona de fe y en ese tiempo era incapaz de rezar a Dios Padre, simplemente mi padre al que conocía me había hecho tanto daño que ¿cómo confiar en Dios al que no veía?
Si yo no hubiese decidido empezar a trabajar el AMS, esta sería el final de la historia, pero actualmente es muy diferente. Aquí la palabra clave es perdón. Los últimos 6 meses de terapia me han ayudado principalmente a sacar toda la frustración que tenía en relación a mi padre y llenar todo el vacío que provoca tener un padre ausente, con algo totalmente diferente, y esto sólo lo hace el perdón. He tenido que perdonar a mi padre, él no es responsable de su enfermedad y en los últimos años ha tenido otros dos fallos neurológicos lo cual hace que esté peor. He tenido que aprender a amar a mi padre con sus más y con sus menos. No puedo tener conversaciones maduras con él, ni pedirle consejo, no es una persona emocionalmente estable… pero el tiempo que paso con él es de calidad. Valoro los detalles de cariño que tiene conmigo, gestos sencillos como recogerme el plato de la mesa o cuando me dice que reza por mí. No es perfecto, ningún padre de la Tierra lo es. También he aceptado a Dios Padre en mi vida, sé que Él es bondad y misericordia, no tengo la menor duda de que se interesa por mí y me ama de una forma personal.
Esto trasciende lo que hago y suple las carencias de un padre “imperfecto” en la Tierra.
Mejorar la relación con mi padre también ha tenido una gran consecuencia en mi vida y es el cómo me relaciono ahora con los hombres. Pero eso lo dejamos para la siguiente página del diario…