1. Las raíces de todos los problemas de nuestro tiempo son la pérdida de la noción del bien y del interés por buscar la verdad.
  2. Ambos tienen dos causas relacionadas por el mismo fenómeno de desvinculación. Una religiosa, la otra filosófica.
  3. La causa religiosa es el olvido de Dios, su desprecio, o su reducción a un ídolo humano. La ignorancia de la cultura religiosa es una de sus consecuencias seculares.
  4. La causa filosófica es la destrucción de la razón objetiva, y con ella de la tradición cultural, y el cegamiento de sus fuentes.
  5. Desde la extraordinaria construcción ético-filosófica de la Antigüedad grecolatina, hasta el esfuerzo desmesurado por la primacía o exclusividad de la razón, todo está dañado, tanto que si la cultura religiosa ha desaparecido de la escuela pública las humanidades aun lo han hecho en mayor medida. Y es que entre una y otras hay una fuerte relación de fondo. La desaparición del sentido religioso no ha ido acompañado de un crecimiento de la racionalidad, sino un aumento extraordinario del mundo oscuro de las supersticiones. Posiblemente MacIntyre en Tras la Virtud haya sido quien mejor y antes (1984) explicó el porqué.
  6. La pérdida del sentido religioso ha sido definida como secularización. En realidad, la secularización es la manifestación en el plano religioso de un proceso mucho más amplio: la desvinculación, que ha afectado, en una medida muy variable según cada país, al conjunto de la sociedad occidental, con especial intensidad en Europa, con una gran velocidad en España, y de una forma demoledora en Cataluña.
  7. La cultura desvinculada se configura por la convergencia de ideas que tienen el origen emergente en el siglo XVIII, pero que eclosiones con fuerza y como cultura de masas a partir de la década de los sesenta del siglo XX. Es necesario seguir atentamente a Taylor y su Fuentes del Yo para ver cómo termina configurándose esta concepción cultural, que no surge de ningún propósito explícito, de ningún concepto holístico, ni siquiera de un proceso de racionalización. Es el resultado del progresivo deslizamiento, que Freud ya denunciaba en 1915: “Allí donde la comunidad se abstiene de toda desaprobación cesa también la yugulación los impulsos perversos“.
  8. La desvinculación sostiene la pretensión de que sólo es posible la realización personal por medio de la satisfacción del deseo. Ningún compromiso o vínculo personal, íntimo, o público, social o institucional; ningún deber, obligación; ninguna norma, tradición, creencia filosófica, fe religiosa, puede limitar o negar la satisfacción del deseo individual, fuente de la realización y signo de la autonomía personal.
  9. Si el vínculo limita o hace imposible esa realización, debe ser transformado hasta hacerlo adaptativo, débil, y si no es posible debe ser destruido.
  10. Se ha descuidado la evidencia de que el ser humano se realiza precisamente en relación con sus vínculos, logrados voluntariamente o por nacimiento, que comienza en lo más elemental como es el compromiso con su corporeidad. Son los vínculos fuertes los que aportan la identidad humana, sin ellos, o en su provisionalidad y accidentalidad, se produce la alienación, la adición y la dependencia de los deseos emotivistas, pasionales. Es el fin del fundamento de la cultura occidental en lo que establece como proceso de personalización, y de la vida de la polis como compromiso fuerte con el bien común.
  11. Sin vínculos nacemos cada día, y así nos vemos forzados a un esfuerzo imposible de reconstrucción cotidiana de los horizontes de sentido, o bien, lo que en la práctica es más fácil, el prescindir de todo sentido. Esta última dinámica favorece la alienación.
  12. Las generaciones actuales de jóvenes y adolescentes manifiestan mejor que nadie esta actitud, porque ellas son las primeras herederas de la sociedad desvinculada en su plenitud. Sus padres aún guardan, bien que mal, la huella, poca o mucha, de otra cultura, fruto de la civilización occidental basada en el vínculo.
  13. Los vínculos han cambiado a lo largo del tiempo reordenando sus jerarquías, pero siempre bajo el común denominador de su existencia en el ámbito de la razón objetiva. El humano se hace por el vínculo y en el vínculo. Desde Aristóteles lo sabemos razonadamente.
  14. No conocemos otro modelo porque no hay otro modelo viable. No puede existir una persona realizada y una sociedad cohesionada, si los vínculos sólo son sostenidos por la razón subjetiva del deseo. Lo bueno es lo que deseo. Del compromiso ético con la polis, al empeño y comunión cristiana, la fraternidad de la Revolución Francesa, el imperativo categórico kantiano: la concepción tradicionalista, conservadora, marxista, el personalismo comunitario, el cómo unitarismo. El tronco fundamental de nuestra filosofía moral y política está basado en el vínculo, porque él es expresión de la naturaleza humana.
  15. Incluso la formulación liberal de Adam Smith parte y mantiene la vinculación fuerte, no conoce de otra, no concibe otra. Ha sido la posterior evolución, seguramente por las dinámicas inherentes a su ontología que el liberalismo en sus diversas versiones, conservadora, neoliberal, social, y de una manera especialmente intensa desde las aportaciones de Rawls y Rorty, el liberalismo se ha convertido en la coartada política de la desvinculación. Pero incluso en este caso hay corrientes minoritarias en su seno, como las liberalismo perfeccionista de Raz, que mantienen la importación del vínculo nacido de una determinada práctica consuetudinaria fruto de una cultura de razón objetiva.

 
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