La Sabana Santa salta a la actualidad en estos días santos que vamos a vivir. La imagen que guarda este lienzo nos habla de la Pasión de Cristo que es el amor. Contemplar el rostro sereno del Señor nos llena de gozo, gratitud, serenidad… Es la Redención silenciosa que clama con voz potente en el alma de cada uno aquellos improperios que leemos el Viernes Santo: “Pueblo mío, que pude hacer por ti que no haya hecho… Respóndeme”. Tengo en mi parroquia una “fotocopia” exacta de la Santa Sábana, con las mismas dimensiones que la de Turín, y con todos los detalles que aparecen en el original. Igualmente poseemos una copia exacta del Santo Sudario de Oviedo. Me gusta contemplar frecuentemente estos lienzos, que nos actualizan la imagen de la Pasión dos mil años después.
En un videomensaje realizado con ocasión de la ostensión de la Sábana Santa en la Catedral de Turín (Italia), el Papa Francisco afirmó que la Sábana Santa “habla a nuestro corazón y nos lleva a subir al monte del Calvario, a mirar el madero de la cruz, a sumergirnos en el silencio elocuente del amor”.
Este es el texto completo del videomensaje del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas:
También yo me pongo con ustedes ante la Sábana Santa, y doy gracias al Señor que nos da, con los instrumentos de hoy, esta posibilidad.
Pero aunque se haga de esta forma, no se trata simplemente de observar, sino de venerar; es una mirada de oración. Y diría aún más: es un dejarse mirar. Este rostro tiene los ojos cerrados, es el rostro de un difunto y, sin embargo, misteriosamente nos mira y, en el silencio, nos habla.
¿Cómo es posible esto? ¿Cómo es posible que el pueblo fiel, como ustedes, quiera detenerse ante este icono de un hombre flagelado y crucificado? Porque el hombre de la Sábana Santa nos invita a contemplar a Jesús de Nazaret.
Esta imagen – grabada en el lienzo – habla a nuestro corazón y nos lleva a subir al monte del Calvario, a mirar el madero de la cruz, a sumergirnos en el silencio elocuente del amor.
Así pues, dejémonos alcanzar por esta mirada, que no va en busca de nuestros ojos, sino de nuestro corazón. Escuchemos lo que nos quiere decir, en el silencio, sobrepasando la muerte misma.
A través de la Sábana Santa nos llega la Palabra única y última de Dios: el Amor hecho hombre, encarnado en nuestra historia; el Amor misericordioso de Dios, que ha tomado sobre sí todo el mal del mundo para liberarnos de su dominio.
Este rostro desfigurado se asemeja a tantos rostros de hombres y mujeres heridos por una vida que no respeta su dignidad, por guerras y violencias que afligen a los más vulnerables... Sin embargo, el rostro de la Sábana Santa transmite una gran paz; este cuerpo torturado expresa una majestad soberana.
Es como si dejara trasparentar una energía condensada pero potente; es como si nos dijera: ten confianza, no pierdas la esperanza; la fuerza del amor de Dios, la fuerza del Resucitado, todo lo vence.
Por eso, contemplando al hombre de la Sábana Santa, hago mía la oración que san Francisco de Asís pronunció ante el Crucifijo:
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento. Amén.
Si tienes ocasión no dejes de meditar ante estas imágenes. Te hará bien.
Juan García Inza
Juan.garciainza@gmail.com