Desde la oscuridad en la que vive a raíz de unas fiebres que le dejaron ciego de niño, Chen Guangcheng ha arrojado luz sobre los abusos que genera la política del hijo único en China. Lo hace desde Taiwán, la isla que permanece separada de Pekín desde el final de la guerra civil en 1949…
“La política del hijo único es inmoral porque no respeta la vida y además los métodos para implementarla son brutales e inhumanos. En la zona de mi provincia que estuve investigando, los abortos forzados y las esterilizaciones llegaron a 130.000 casos afectando a 600.000 familias, muchas de las cuales fueron arrestadas, sufrieron palizas y amenazas y, al más puro estilo mafioso, incluso debieron pagar rescates en forma de sobornos para ser liberadas por las autoridades.
Fue precisamente por denunciar los abortos forzados y las esterilizaciones masivas en su provincia natal de Shandong, al este del país, que Chen fue condenado en 2006 a cuatro años de cárcel en un proceso judicial tan irregular que nadie pudo defenderlo ante el tribunal.
Tras su liberación en septiembre de 2010, pasó veinte meses confinado bajo arresto domiciliario en su pueblo de Dongshigu hasta que, en abril del año pasado, protagonizó una espectacular fuga de película “porque –según declaró a la prensa internacional- Dios estuvo ayudándome”. Burlando a los guardias que lo sometían a constantes vejaciones y palizas, Chen Guangcheng se evadió en medio de la noche y, con la ayuda de otros disidentes, llegó a Pekín, donde se refugió en la Embajada de Estados Unidos.
Un año después de su fuga, Chen Guangcheng ha vuelto a desafiar a un régimen que legitima e impone el aborto por la fuerza.