Romina Muñoz estaba en sus últimas semanas de embarazo cuando los médicos le advirtieron que su hija nacería distinta, sin terminar de formarse su cerebro, anencefálica (ausencia congénita de una parte importante del cerebro y cráneo, producto de una falla en el cierre de la porción cefálica del tubo neural).
Lejos de sumergirse en el dolor, Romina, con sólo veintidós años, no sólo por su fe, sino firme en el “amor de madre que sentía”, protegió la vida de su hija. Así, consciente de que viviría a lo más algunos minutos, según el dato científico que le informaron, dio a luz a Isidora Esperanza el siete de mayo de 2013. “Yo sé que el pronóstico de mi hija es la muerte. Pero mientras ella viva, me gustaría darle lo mejor”, recuerda Romina que pensó en esos primeros minutos.
Sin embargo cuando los minutos de sobrevida de Isidora Esperanza se transformaron en horas y luego en días los medios de comunicación hicieron público el hecho…
Una bebé anencefálica que –como pocas- se aferraba a la vida dejando en jaque no sólo el pronóstico médico inicial sino a los profesionales de la salud que, faltando a la ética, no habían inoculado a la niña con la vacuna BCG que todo recién nacido debe recibir y que tampoco la habían registrado –como la norma exige- para atenciones médicas posteriores. La razón no reconocida es que todos, excepto Romina, daban por muerta a Isidora Esperanza antes de nacer. “A mi hija le dieron un minuto de vida, luego setenta y dos horas. Pero estuvo conmigo durante treinta y cinco días. Es lo más hermoso que me ha pasado”, recuerda la madre.
Isidora Esperanza desde el silencio enfrentó a los políticos
Mientras Isidora Esperanza aún vivía, varios de los líderes políticos que aspiran a la presidencia en Chile, debatían en televisión abierta el pasado diez de junio, sobre las bondades del aborto terapéutico que –como en otros países- permitiría asesinar a los bebés como ella, anencefálicos. Incluso algunos lo presentaron como promesa de sus futuros gobiernos (¡sic!).
Para Romina, no existen argumentos posibles que justifiquen una ley de aborto terapéutico y explícitamente señala que el Estado en vez de optar por abortar a estos bebés, debería legislar por defender sus vidas estableciendo “una subvención para los gastos médicos de la madre, para que ella tuviera que preocuparse solamente de su hijo. Esa sería una opción válida para estos bebés”.
Validando esa certeza, el doctor Mauricio Besio de la Pontificia Universidad Católica de Chile afirma “Así como un embrión es humano no habiendo desarrollado aún un cerebro, así como un discapacitado mental es humano aunque su cerebro esté dañado y no puede expresar lo más característico de su humanidad, así como un niño con un síndrome de Down es humano aunque no tenga el genoma característico, un feto con este gran defecto en su estructura encefálica también comparte con todos nosotros la pertenencia a la humanidad y es, por lo tanto, digno del mismo respeto.” (Rev. méd. Chile v.136 n.6 Santiago jun. 2008).
Con la autoridad de su propia experiencia y el mismo día once de junio cuando velaba a su hija, la madre de Isidora Esperanza agradeciendo a Dios su nacimiento realizó un enérgico llamado a los legisladores, líderes políticos y la sociedad… “Todos los bebés –señaló- cualesquiera sea su condición genética o problemática fisiológica tienen el derecho a la vida y a ser recibidos con alegría, en especial por sus madres. El amor no hace diferencias y esto vale desde que están en nuestro vientre”.