Sentirse un "Nazareno"

01 de agosto de 2014

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A los cristianos de Mosul, los fundamentalistas islámicos del IS (Islamic State), que domina en estos momentos parte de Siria y el norte de Irak, les han marcado las paredes y puertas de sus casas con un símbolo que es el que se reproduce arriba, en el comienzo de esta nota. ¿Qué significa? “Nasrani”, o sea, “Nazareno”. Así se conocen desde hace siglos a los cristianos de origen asirio que fueron convertidos en esta región por la predicación del apóstol santo Tomás. Sí, el mismo que les había respondido a sus amigos cuando le hablaron de la resurrección del Señor: “si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. El mismo que ocho días más tarde, al ver a Jesús y meter su mano en el costado, exclamará apenado: “¡Señor mío y Dios mío!”.

Paradojas de la historia de salvación. Hoy, sus ancestrales seguidores de la región de Nínive, ven una marca pintada en sus hogares, señalando que a partir de la imposición de la “Sharia” (Ley Islámica), sus ocupantes, o se convierten al Islam o pasan a ser despreciados infieles y se los intima a huir de la ciudad, so pena de pasarlos a degüello (como ya hicieron con muchos cristianos de Siria). Y lo hacen en el nombre de un Dios, al que el extremismo integrista (llamado así porque “integra” o mezcla religión con política), dice representar o seguir. En realidad, todos sabemos que ese no es el comportamiento de los musulmanes de buena voluntad, porque no es posible que en el nombre de un Dios, al que llaman “el Misericordioso y el Compasivo”, se extermine a los creyentes en un Dios, que también es “Misericordioso y Compasivo”. ¿Por qué? Porque Dios es uno. Sin embargo, los cristianos que están allí, desde mucho tiempo antes de la llegada del Islam, deben huir o morir. Y en la huida, lo dejan todo: casas, muebles, recuerdos, vestimenta, trabajos, colegios, iglesias, historia, absolutamente TODO, hasta los propios muertos que yacen en el cementerio.

Primero, se escuchó el llamado urgente a toda la comunidad internacional del obispo católico caldeo de Mosul, monseñor Amel Shamos Nona, alertando sobre la “limpieza religiosa” que se estaba llevando a cabo, y, días después, al Papa Francisco, diciendo durante el Ángelus dominical: "¡Nuestros hermanos son perseguidos, son enviados fuera, deben dejar sus casas sin tener la posibilidad de llevarse nada!...Queridos hermanos y hermanas tan perseguidos, yo sé cuánto sufren, yo sé que son despojados de todo. Estoy con vosotros en la fe con el que ha vencido el mal". Así, poco a poco, la noticia fue trascendiendo por el mundo entero, en momentos en que recrudecen otros conflictos políticos, disfrazados de religiosos, como el de la franja de Gaza, entre judíos y musulmanes. Sin embargo, pareciera que al padecimiento de los cristianos caldeos, se le da menor importancia en los medios de comunicación.

Los llamados “Nazarenos” (en recuerdo de Jesús de Nazaret), han tenido que dejarlo todo para no renegar de su fe. Incluso, en la huida, fueron despojados de automóviles, joyas y dinero, por las huestes del grupo Abu Bakr al Bagdad, cuyo líder les había dado un plazo de tres días para convertirse al Islam o huir de la ciudad. Caso contrario, “la única opción será la espada”, les dijo. Así, el “Estado islámico”, un grupo ligado a Al Qaeda, ha formado un “califato” en este antiquísimo territorio cristiano que forma parte de un país como Irak, donde, desde 2003 a la fecha, el número de cristianos, por distintas razones, ha descendido desde un millón y medio de habitantes (4% de la población) a menos de quinientos mil.

¿Qué podemos hacer por ellos, estando tan lejos? Se me ocurren un par de ideas, no excluyentes. Primero, dar a conocer lo que sucede y pedir a los musulmanes de buena voluntad que levanten su voz oponiéndose (como ya lo han hecho algunos). Luego, en la medida de nuestras posibilidades, enviar donaciones para los que hoy son refugiados, principalmente por el pueblo kurdo, y que puedan subsistir. Además, rezar por ellos y tomarlos como ejemplo de santidad, por tanto despojo y martirio. Por último, si nos sentimos también un poco “nazarenos” ante distintas circunstancias de nuestra propia vida, meditar aquellas palabras de san Pablo (2 Cor.4, 8-12), que parecen dirigidas a nuestros hermanos de Mosul: “Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados. Siempre y a todas partes, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Y así, aunque vivimos, estamos siempre enfrentando a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De esa manera, la muerte hace su obra en nosotros, y en ustedes, la vida”.
 
El autor es escritor. Entre los libros que ha escrito, se destaca con referencia a este tema: “Diálogo con el Islam” (2008 - Lumen)

 

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