Las cenizas de nuestros difuntos

28 de octubre de 2016

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El 15 de Agosto del presente año, el Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, Cardenal Gerhard Müller, firmó la instrucción llamada “Ad resurgendum cum Christo”. Se trata de 8 puntos de doctrina católica sobre la práctica, a estas alturas muy difundida, de la Cremación.
 
Es interesante leer el Documento antes de poder expresar alguna opinión. Se encuentra en el sitio de la Santa Sede y en varios otros portales web católicos...
 
La Instrucción fue lanzada a la luz pública esta semana, produciendo bastante revuelo.

Queremos ordenar las reacciones y orientar cada una de ellas, respondiendo a las objeciones principales que se le han hecho, tanto al contenido del texto mismo, como al marco que lo rodea.
  1. “La Iglesia desde ahora prohíbe la Cremación”.
Esto es absolutamente falso. La Instrucción Doctrinal comienza citando a Tertuliano, uno de los más antiguos maestros de la fe católica sobre la Resurrección, del siglo II, entre los años 160 y 220 después de Cristo. La Doctrina de la sepultación de los muertos toma un carácter especialmente fundamental una vez que Cristo Resucitó. A partir de esto, para los cristianos, la sepultación de difuntos es cuestión fundamental de nuestra fe. En estricto rigor no necesita el cristiano un decreto que le diga que cuide el cuerpo difunto, porque el cristiano ya cree que va a resucitar tal como Cristo ya lo hizo. La doctrina de la Cremación tampoco ha estado nunca condenada por la Iglesia Católica. Es una tradición judeo-cristiana muy antigua también. Nunca ha estado prohibida, ni ahora se prohíbe, sino todo lo contrario, el mismo documento señala expresamente que la cremación no está prohibida. Pero es muy distinto cremar a un difunto en ciertos casos excepcionales, que convertirlo en norma. Además está el hecho de que las cenizas –incluso por temas de salud- son más fáciles de trasladar que un cadáver. Por eso también es más fácil de profanar, de faltarles el debido respeto. Y es por ésta misma vía argumentativa que el documento en cuestión señala con enorme claridad que, aún en esos casos excepcionales donde haya cremación, las cenizas debieran reposar en lugares sagrados, porque sagrado es nuestro cuerpo. No en las casas o, peor aún, repartirlas en el mar, arrojarlas al viento, etc. Porque es símbolo de una creencia diferente a la nuestra, es símbolo de la no-creencia en la resurrección de la carne o de los muertos, sino símbolo de una creencia en que todo se acaba con la muerte. Aparte de profanar un cuerpo humano.
 
  1. “La Iglesia no tiene por qué prohibirle al difunto sus deseos antes de morir”.
La Iglesia, con este documento, o con todo su cuerpo doctrinal, no le prohíbe, en primer lugar, nada a los no católicos. Y para nosotros los que somos católicos, de haber una prohibición, creemos es para nuestra salvación. Por lo tanto, una prohibición que nos salva, que es para nuestro bien, no es una “mala” prohibición. Como cuando un padre le prohíbe al hijo salir de noche muy tarde en un lugar peligroso. La fe católica no se rige por los caprichos del Hombre, o de cada uno, sino que se rige por el amor al Hombre, a cada uno, busca, en toda su doctrina, su Salvación.
Dice la misma declaración en el punto 8 que incluso si el difunto dispuso su cremación y dispuso dispersar sus cenizas, se le deben negar las exequias. Esto, lo único que quiere decir, es que se le niegan porque se está actuando no como un católico que cree en la Resurrección de sí mismo. Si desea que repartan sus cenizas es, justamente, porque no cree en la resurrección de la carne. O puede tener una confusión en ello, por lo tanto, desincentiva la práctica para quien sí cree en su propia Resurrección: Si quiere exequias (ritos para difuntos), entonces actúe como católico, como creyente en su propia Resurrección. Aunque en este punto cabe decir que incluso legalmente, en muchos países, son los familiares quienes deciden el destino final del difunto, salvo en aquellos lugares donde existe obligatoriedad legal del cumplimiento testamentario.
 
  1. “Hay algo extraño detrás de esta prohibición de la Iglesia Católica”.
No hay nada extraño detrás de ésta Instrucción. La cremación no está prohibida, pero no es equiparable a la sepultación. Se puede realizar, en casos excepcionales, como siempre lo ha dicho la Iglesia. Y es un tema central de la Fe que profesamos los católicos. San Pablo en I Corintios 15dice: “Si Cristo no ha Resucitado, vana es nuestra fe”, si Cristo no ha Resucitado no tenemos Esperanza. Si no tenemos esperanza, entonces, nuestra vida, nuestra existencia termina con la muerte. En ese caso, repartir nuestro cuerpo sería una acción legítima y normal. Pero tenemos la esperanza y creemos que Cristo Resucitó. Ese es el tema central de toda nuestra fe. Eso se debe mostrar. Los símbolos muestran realidades profundas. El entierro de difuntos en lugares sagrados, esa antigua tradición cristiana, simboliza que creemos, descansan en paz hasta nuestra Resurrección. Hasta nuestro encuentro con Cristo Resucitado.

 

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