“El porno me tenía atrapado”, confidencia Daniel en un video testimonio que destaca su proceso a la libertad

26 de septiembre de 2024

Ver pornografía no es un simple divertimento ni un pasatiempo. Es una acción que puede acarrear consecuencias dañinas como el desarrollo de una mirada sexista y cosificadora, la normalización de la violencia, la insatisfacción sexual generada por la creación de expectativas que están totalmente fuera de la realidad e incluso la adicción.

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La sexualidad es un don de Dios esencial de la existencia, presente desde el origen y hasta el término de la vida. Sin embargo, cada vez más enfrenta desafíos y entre los más complejos se encuentran aquellos generados por el consumo de pornografía.

 

"Son numerosos los estudios que asocian el aumento de su consumo a comportamientos abusivos en la pareja, aumento del sexismo y los estereotipos de género, mayor probabilidad de ejecutar y recibir violencia, mayores niveles de psicopatología, menor uso del preservativo y conductas de riesgo en las relaciones sexuales", comentaba hace algunas semanas en ABC de España, Antonio Luengo, Decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP).

 

 

Ver pornografía no es un simple divertimento ni un pasatiempo. Es una acción que puede acarrear consecuencias dañinas como el desarrollo de una mirada sexista y cosificadora, la normalización de la violencia, la insatisfacción sexual generada por la creación de expectativas que están totalmente fuera de la realidad e incluso la adicción. Además, en ocasiones, el contenido que se ofrece es incluso de naturaleza ilegal e inmoral al extremo… abuso sexual infantil, violaciones reales y diversas parafilias.

 

Así lo vivió el brasileño Daniel Ribeiro, de 37 años, quien ha contado en diferentes paneles públicos su testimonio sobre cómo empezó a consumir pornografía en la adolescencia, llegando a convertirse en una adicción. En concreto, su historia con el porno comenzó cuando tenía solo 5 años con un VHS. "Mi reacción fue salir corriendo al sitio donde jugábamos al escondite. Sentí desesperación y miedo. Angustia y ganas de vomitar. Aquel malestar duró varios días", recuerda. Con el paso del tiempo, ya adolescente y con la llegada de Internet, el consumo compulsivo le llevó a no ser capaz de mirar a las mujeres sin sexualizarlas. 

 

"El porno me tenía atrapado. No hablaba con nadie de ello. Sabía que tenía que dejar esta adicción, pero la alejaba en el tiempo de manera temporal y volvía a ella", confidencia. Conoce su testimonio activando el siguiente video:

 

 

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