Comprometido con la causa democrática, este líder histórico afirma en entrevista exclusiva, que la sociedad hoy se olvida "de respirar con dos pulmones: el material y el espiritual". En sus argumentos pone en escena la figura del beato Juan Pablo II, los valores del cristianismo y su experiencia en la lucha contra un régimen comunista…
El vínculo entre Lech Walesa y el hoy beato Papa Juan Pablo II fue determinante para la caída del comunismo en Polonia. Así lo afirmó quien fuera líder del movimiento sindical polaco Solidaridad, premio Nobel de la Paz y luego presidente de Polonia, en entrevista publicada por Revista El Pensador.
Pero Walesa quien hoy tiene 70 años recién cumplidos, sorprende al argumentar sobre muchos otros temas. Por ejemplo su certeza en la intervención milagrosa de la Virgen María en la contingencia de las sociedades, las amenazas actuales a la democracia en el mundo, el próximo fracaso del modelo capitalista global y en este contexto la importancia de defender los valores cristianos para consolidar un modelo de auténtico desarrollo.
Portaluz entrega un extracto de las preguntas y respuestas publicadas, pero también puede informarse de la entrevista completa, que difunde El Pensador, pulsando el vínculo de acceso al final de esta página.
Señor presidente, muchísimas gracias por esta entrevista. Como bien sabe, en pocos meses su amigo Juan Pablo II será canonizado. ¿Qué siente ante este acontecimiento?
Lech Walesa: Es una gran alegría y estoy profundamente convencido, junto con millones de personas en Polonia y en todo el mundo, de que la Providencia quiso enviarnos un Papa Santo en un período particularmente difícil. Personalmente tuve la suerte de conocer y tratar al Beato Juan Pablo II y encontrar en él apoyo para luchar, compresión paternal y una increíble fuerza para sacar adelante tareas humanamente inimaginables.
En efecto, es bien sabido que usted y Juan Pablo II tuvieron una relación muy estrecha. ¿Cuál cree que es la mayor contribución de su Pontificado?
LW: Su persona y su obra son demasiado ricas para tratar de reducirlas a un momento o acto particular. Pero aquellas palabras que dirigió a los polacos, «Ven Espíritu Santo y renueva la faz de la tierra, de ésta tierra», tuvieron una fuerza particular y se hicieron vida en Solidarnosc para ayudar a la renovación de Polonia, Europa y el mundo entero.
Juan Pablo II se comprometió firmemente para erradicar el comunismo en la Europa del Este. Usted jugó un papel muy importante en este proceso. ¿El sindicato Solidaridad fue posible porque justo entonces había un papa polaco?
LW: Los polacos padecen de una grave enfermedad: el amor a la libertad, que se ha fortalecido en momentos de nuestra historia cuando la nación ha sido privada de su libertad y nuestra patria borrada del mapa. Este yugo pesó especialmente ante la indiferencia del mundo occidental cuando en 1939 el mundo nos dejó solos frente al poder beligerante de Alemania y la posterior sujeción al régimen comunista ruso. Nunca llegamos a reconciliarnos con esta situación y buscamos en aquellos primeros años de la postguerra resistir con las armas sin ningún efecto. Entendimos así que el único camino era el de la paz y el diálogo. Fue en este momento cuando llegó, enviado del cielo, un Papa polaco. Un Papa que apoyaría y sostendría este camino y búsqueda de cambios desde la misión encomendada a Solidaridad, recordándonos siempre que «no puede haber libertad sin solidaridad», y fortaleciendo en nosotros la esperanza.
En ocasiones la transición a la democracia de Polonia estuvo a punto de irse a pique. ¿Jugó Juan Pablo II un papel de mediación con Gorvachov, en orden a garantizar que la transición siguiera adelante?
LW: Esta pregunta no me corresponde a mí contestarla. Ahora bien, es cierto que Gorbachov intentó renovar el comunismo, pero no lo logró. Y en parte esto fue así gracias al papel que en este campo desempeñó Juan Pablo II.
Si en 1988 no hubiéramos tenido un Papa polaco, ¿habría colapsado el comunismo?
LW: Hubo muchos factores que provocaron el colapso. Fue un proceso que se inició significativamente en 1980 en el astillero de Gdansk, y después de muchos años de lucha trajeron consigo un proceso de cambios hacia la libertad. En este camino Juan Pablo II tuvo un rol decisivo para que sucediera de esta manera, pacífica y efectiva, y no de otra.
Como sabe, la Virgen María anunció en Fátima la caída del comunismo. ¿Sintió alguna vez la proximidad real de la Virgen durante su dura lucha contra aquel régimen político?
LW: Yo hablaría incluso de milagros porque muchas veces sentí y realmente noté la mano de la providencia divina. Siempre traté de actuar según mi conciencia y en momentos decisivos decía en silencio y con gran intensidad: «¡Madre de Dios, ayuda!» Y siempre lo ha hecho.
¿Cuál es hoy, según usted, la mayor amenaza para la democracia en el mundo?
LW: Hoy vivimos condiciones nuevas que nos impiden crear programas y estructuras totalmente nuevas. El mundo de hoy está lleno de peligros desconocidos en épocas anteriores, pero que ofrecen al mismo tiempo nuevas e increíbles posibilidades. Estamos tratando de aprovecharlas con éxito desarrollando el campo de las nuevas tecnologías y formas de comunicación, pero, con toda sinceridad, creo que todavía no estamos listos para los retos de un mundo global.
El comunismo colapsó en Europa. Pero parece que otra clase de materialismo se ha adueñado de nuestra sociedad. El consumismo. ¿Piensa que el capitalismo es la respuesta a los problemas actuales del mundo?
LW: Debemos recordar al mundo, de diferentes maneras, que el hombre es más importante que esta evolución de la civilización, y hacer lo posible por construir un mundo más seguro, más justo y más arraigado en las virtudes universales. Siempre digo con fuerza que los sistemas políticos y económicos que operan hoy en día no son capaces de entender los desafíos de hoy ni las obligaciones de la generación futura. Esto provocará descuidos importantes y con ellos, sufrimientos. La humanidad pierde oportunidades cuando no enfrenta los desafíos y cuando le falta coraje para tomar las decisiones importantes. Faltan líderes valientes y eficaces capaces de cambiar la realidad. Creo que con frecuencia domina la huella del encasamiento y actitudes conservadoras, cuando lo que hace falta es una mirada nueva a las cosas y un ánimo renovado para construir el mundo desde una nueva perspectiva global, porque el capitalismo y la demacración que vemos hoy no van a sobrevivir ni un siglo… Hay que cortar la rama en la que estamos sentados.
¿Por qué la Unión Europea parece interesada en perder las raíces cristianas en su política legislativa? Como ejemplo, le cito el fracasado proyecto de Constitución y las políticas contra la familia y la vida.
LW: No se puede construir un edificio firme, un mundo de paz y abundancia, sin fundamentos, sin una referencia a valores universales. Desafortunadamente los constructores actuales ligeramente rechazan estos puntos de referencia, estos valores, y sin ellos fácilmente nos desorientamos, dejando a su suerte las futuras generaciones. Europa debe respirar con dos pulmones, el material y el espiritual.
En un mundo consumista, multicultural y relativista… ¿Piensa que hay oportunidad para el mensaje cristiano?
LW: Siempre hay lugar para un mensaje universal y positivo…