Observando la historia de las religiones se puede constatar como algo propio del surgimiento de sectas y otros grupos cismáticos o heréticos la pretensión de superioridad intelectual y espiritual sobre el resto de las personas o con respecto a los otros fieles de la religión en la que han surgido. Era algo propio de los gnósticos, que en los inicios del cristianismo aseguraban ser los depositarios de una sabiduría oculta, sólo para una élite de iniciados, que eran ellos, por supuesto. Algunos incluso tenían términos para referirse a sí mismos y diferenciarse de los demás: espirituales/carnales, puros/impuros, etcétera.
 
Esto sigue sucediendo en el esoterismo actual y, sobre todo, en el paradigma de la Nueva Era (New Age). Pero también puede ser un sentimiento en los creyentes cristianos y de otras religiones. Precisamente en su primera encíclica (Lumen fidei), el Papa Francisco se refería a la conducta de los gnósticos, según San Ireneo de Lyon: “distinguían dos tipos de fe, una fe ruda, la fe de los simples, imperfecta... y otro tipo de fe, más profunda y perfecta, la fe verdadera, reservada a un pequeño círculo de iniciados”. Algo que, según el Pontífice, “sigue teniendo su atractivo y sus defensores también en nuestros días”.
 
En su exhortación apostólica sobre la santidad (Gaudete et exsultate), Francisco dedicó un amplio espacio a este tema (nrs. 36-46), utilizando rotundas expresiones para referirse al gnosticismo: “elitismo narcisista y autoritario”, “superficialidad vanidosa” y que “considera que su propia visión de la realidad es la perfección”.
 
Una calificación que no sólo parte de una clara postura confesante como es la del obispo de Roma, y que podría compartir cualquier cristiano. El uso del término “narcisismo” (la atención excesiva al propio yo, que lleva al desprecio de los demás) para referirse a ciertas actitudes espirituales es algo común en otras lecturas religiosas, sociológicas y psicológicas de la realidad actual.
 
La novedad de un estudio empírico



Este desorden de la psique, repetido desde hace siglos por las personas que se han confrontado con el pensamiento gnóstico y esotérico -tanto desde una fe religiosa como desde posturas humanísticas-, acaba de ser corroborado por un interesante estudio científico publicado en la revista European Journal of Social Psychology. Se trata de un trabajo firmado por Roos Vonk y Anouk Visser, investigadores del Instituto de Ciencias del Comportamiento de la Universidad Radboud de Nimega (Holanda), que lleva por título “An Exploration of Spiritual Superiority: The Paradox of Self-Enhancement” (Una exploración de la superioridad espiritual: la paradoja de la auto-mejora). Un término, “self-enhancement”, que podríamos traducir más apropiadamente como “crecimiento personal” o “autosuperación”, términos muy comunes tanto en algunas terapias psicológicas como en todo el universo New Age.
 
La conclusión del estudio es tajante: el entrenamiento espiritual “puede tener el efecto paradójico de aumentar los sentimientos de superioridad”. No sólo eso: los autores incluso hablan de “narcisismo espiritual”.
 
En el desarrollo de su trabajo, estos psicólogos destacan que: “Un tema subyacente en todo entrenamiento espiritual -desde el mindfulness y la meditación hasta la sanación y la lectura del aura-, es que reducen el apego a uno mismo y las necesidades del ‘ego’ como la aprobación social y el éxito”. Sin embargo, continúan diciendo, puede haber otras razones ocultas -y contradictorias- en ese interés por el crecimiento interior: “las personas pueden aspirar a ser más exitosas, respetadas o queridas debido a su desarrollo espiritual”, llegando a tener “una sensación de emoción, sabiduría o serenidad” y, así, “pueden sentirse superiores a los que carecen de la sabiduría espiritual que se atribuyen a ellas mismas”. De forma que “el camino hacia la iluminación espiritual puede producir exactamente las mismas distorsiones mundanas que son tan familiares en la psicología social, como la autosuperación, la superioridad ilusoria, la mentalidad cerrada y el hedonismo (aferrarse a experiencias positivas) bajo la apariencia de supuestos valores ‘superiores’”.

Cómo evaluar la “superioridad espiritual”



Lo importante del estudio de Vonk y Visser es que no se quedan en meras intuiciones o reflexiones desde la teoría psicológica, sino que han dado un paso más allá al aportar una investigación empírica, intentando comprobar con datos numéricos su sospecha, con “un instrumento para evaluar la superioridad espiritual”. Para ello, elaboraron una lista de cualidades que el mindfulness y otras técnicas de desarrollo espiritual pretenden mejorar en sus practicantes (como ser conscientes de tener poderes superiores, la atención, el estar en contacto con el cuerpo...), traduciéndolos a afirmaciones del tipo “tengo X más que otros”.

Junto a esto, elaboraron también una escala de “guía espiritual”, porque la conciencia de ser superior se reflejaría en acciones como “hablar de las propias ideas, tratar de ayudar a los demás a adquirir la misma sabiduría, aspirar a ser el entrenador espiritual o gurú de los demás”, ya que “se necesita una sensación de superioridad para creer en la propia capacidad para ayudar y guiar a los demás”. Además, estudiaron todo esto en relación con conceptos como la autoestima y la contingencia.

Para llevar adelante su investigación, estos psicólogos holandeses realizaron tres estudios concretos. El primero se centró en personas que asistían a escuelas de mindfulness y centros de entrenamiento energético (“cuyo objetivo es entrenar habilidades que se clasifican como paranormales, tales como leer el aura o regresar a sus vidas pasadas”). Contactaron con más de 220 escuelas y centros, de los que contestaron 65, remitiendo la encuesta a sus alumnos, de manera que finalmente respondieron 533 personas (muchas más mujeres que varones).

En este primer estudio quedó clara una conciencia de superioridad espiritual que aumenta en los “aprendices energéticos”, algo entendible porque “el entrenamiento energético está dirigido al desarrollo de capacidades sobrenaturales. Esto atraerá a los estudiantes que ya creen que tienen talentos en esta área, mientras que el programa en sí mejorará aún más su confianza en ese dominio”. Por otro lado, los practicantes de mindfulness superan a los otros cuando se pregunta por habilidades como “estar más en contacto con los sentidos y con el propio cuerpo que otros”.

La importancia del narcisismo



Un segundo estudio se dirigió a personas que no tuvieran necesariamente entrenamiento espiritual, pero sí algún tipo de interés por los temas de la psicología y el crecimiento personal. Por ello Roos Vonk y Anouk Visser se dirigieron a los lectores de la revista holandesa Psychologie Magazine, consiguiendo que contestaran a la encuesta 2.223 de ellos (una vez más, con una mayoría femenina abrumadora). El grupo de personas sin entrenamiento obtuvo la calificación más baja en “superioridad espiritual” con respecto a todos los demás. Estos dos primeros estudios “mostraron que la superioridad espiritual está asociada a la autoestima”, reflejando así “un efecto ilusorio de ser mejor que la media, especialmente entre los que han tenido un entrenamiento energético”. Por lo tanto, “el término narcisismo espiritual parece apropiado”.

Pero para saber –con los datos reales en la mano– si el sentimiento de superioridad espiritual está más asociado a la autoestima o al narcisismo espiritual, los autores llevaron a cabo un tercer estudio, dirigido a lectores de Psychologie Magazine que no llegaron a tiempo a la encuesta del segundo estudio, a estudiantes de mindfulness procedentes de otra encuesta, a participantes de meditación Vipassana y a usuarios de una página de Facebook sobre psicología. En total, 965 personas, en su mayoría mujeres. Y, efectivamente, “la superioridad espiritual se relacionó con el narcisismo más fuertemente que con la autoestima”.

Materialismo, individualismo y religión personal

En su discusión del tema, los psicólogos que han realizado este estudio consideran que en el mundo de la Nueva Era y del crecimiento personal hay “riesgos de mal uso, interpretación errónea y superficialidad”. Un ejemplo es que “los beneficios del mindfulness ahora se han vuelto puramente materialistas, generando una industria de mil millones de dólares”. A este materialismo espiritual se une el materialismo psicológico, caracterizado por el “deseo de gratificación inmediata entre los individuos para los que sentirse bien se ha convertido en el objetivo principal en la vida”. Lo que constituiría un principio hedonista: “sentirse bien reforzando el ego”.

Los autores afirman que “la espiritualidad puede ser aprovechada como una manera de fortalecer el yo, permitiendo que uno vea su propio yo como muy especial”, lo que lleva a “impulsar sentimientos de superioridad”. De esta forma, añaden, “los programas de capacitación espiritual pueden atraer a personas con fuertes motivos de desarrollo personal, relacionados con nuestra cultura narcisista occidental”.

Y esto, como han constatado los sociólogos de la religión desde hace mucho tiempo, en términos individualistas: “ahora muchas personas se dedican a su propia búsqueda privatizada de sentido; no necesitan subordinarse humildemente a una comunidad, a una gran filosofía o a Dios, como en las religiones tradicionales”. Por el contrario, “coincidiendo con la cultura actual del ‘yo’, desarrollan su propia religión personal. Esta auto-relevancia, y la extensa exploración de los pensamientos y sentimientos personales, pueden ser particularmente atractivas para los narcisistas evidentes y encubiertos”.

 
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