Angelo y Paola se conocieron en la parroquia de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, en Portici, provincia de Nápoles (Italia), cuando él tenía 16 años y ella 15. Se enamoraron y la suya fue una historia como tantas otras, pues tras nueve años de noviazgo estaban destinados a florecer en el matrimonio.

 

Pero hubo un profundo e inesperado giro en sus vidas porque el pasado 21 de abril Angelo celebró diez años de decirle "sí", pero a Dios. Paola, en cambio, celebra su 'llamada' como monja de clausura, carmelita descalza, con el nombre de Sor Maria Giuseppina dell’Amore incarnato.

 

Es el padre Angelo Ragosta, ordenado sacerdote en 2013, quien cuenta al portal italiano Avvenire su historia: "Nuestros años de noviazgo pasaron rápidamente, hasta el día en que a la parroquia, cerca de la casa de Paola, llegó un joven vicario, el padre Michele Madonna -actual párroco de Santa Maria di Montesanto, en Nápoles- y nos presentó a 'Jesús vivo'. Siempre repetía: «chicos, pregunten a Dios qué ha pensado para vosotros, cuál es su sueño para cada uno»".

 

 

La boda de Paola y Angelo ya estaba planeada, buscaban casa mientras Paola terminaba sus estudios universitarios de economía.

 

No hubo boda, pero "recibimos un sacramento juntos", recuerda el padre Angelo. "Y fue el de la Confirmación, el 1 de mayo de 2006. Con la Confirmación -continúa- todo dio un vuelco para mí. Continué mi vida trabajando como electricista industrial, pero en mi corazón me sentía cada vez más inquieto. Tenía un sueldo, novia y salía con amigos, pero todo era insípido, no era suficiente para mí. Lo tenía todo, pero no era feliz".

 

Entonces, justo cuando encontraron su casa, Angelo fue abandonado por su novia Paola. "Fuimos a la convención de la Renovación en el Espíritu Santo en Rímini y Dios le hizo entender a Paola que la quería, pero ella no podía aceptarlo. Me dejó por primera vez en mayo. Al poco tiempo volvimos a estar juntos porque ella no lograba dar su 'sí' al Señor. En octubre, sin embargo, Dios venció sus obstáculos y Paola me dejó, poniendo fin definitivamente a nuestra historia".

 

Una noche, Angelo también daría su "sí" definitivo: "Después de rezar las Vísperas, le hice a Dios la dichosa pregunta con la que el padre Michele nos había atosigado durante años en la parroquia. Le pregunté: «Pero ¿por qué estoy en la tierra? ¿Qué quieres de mí?» Abro la Biblia, la que me había regalado mi padrino de Confirmación, la figura que había elegido entre las personas que frecuentaban mi comunidad parroquial y que, en lugar de darme un objeto inútil, me había traído la Palabra como regalo. Y entonces leí: «Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí» (Jeremías 1, 5)".

 

 

A partir de ese momento, Angelo comenzó su discernimiento. Ingresó en el seminario a los 26 años y fue ordenado sacerdote a los 33 por el entonces arzobispo de Nápoles, el cardenal Crescenzio Sepe. En 2018, el padre Angelo pidió y obtuvo permiso del arzobispo para hacer una experiencia de apostolado en la misión católica de Wuppertal (Alemania). Después de cinco años, aceptó la propuesta de trasladarse a Mühlacker, también en Alemania, donde actualmente se dedica al servicio pastoral de las comunidades italianas.

 

"Siempre que estoy en Nápoles voy al monasterio a verla a ella, sor Maria Giuseppina. La historia no ha cambiado mucho: solía recibir sermones cuando estábamos comprometidos. Aún me los da como sacerdote".

 

 

Fuente: Avvenire.it

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