Junto a su esposo, el cardiólogo Daniele Bertoli, la pediatra Francesca Colombani vivía el séptimo mes de embarazo cuando inesperadamente comenzó a sangrar la madrugada del 8 de febrero de 1999.
Tras ser ingresada al hospital de Sarzana (Italia) el ginecólogo, doctor Bernardini, decidió realizar de inmediato un parto por cesárea. Mientras le inyectaban anestesia epidural, Francesca padecía hemorragia masiva, las posibilidades de salvar a su bebé parecían escazas y el equipo médico agilizaba al máximo los procedimientos…
Francesca y su esposo Daniele (imagen a la izquierda, hoy) que estaba con ella, alcanzaron a ver pasar ante sus ojos aquél diminuto cuerpo, de color gris, como un trapo, sin vida. El Test de Apgar en su escala de cero a diez para medir vitalidad, al minuto del nacimiento arrojaba índice cero. En estos casos se debe intentar revivir al bebé durante diez minutos y, si no hay reacción, el protocolo médico suele interrumpir las maniobras, ya sea porque el paciente está inequívocamente muerto o, si llegare a revivir, permanecería en un estado puramente vegetativo.
A los cinco minutos el índice continuaba en cero. Todo indicaba nula esperanza de vida para esa recién nacida. Fue entonces que la enfermera Diva Pellini, movida por una certeza espiritual irrefrenable, salió del lugar… mientras los médicos continuaban su trabajo de reanimación. Fueron apenas un par de minutos los que Pellini tardó en tomar el teléfono, marcar el número del Monasterio de las Clarisas de Sarzana y transmitir a una de las monjas la batalla por la vida que enfrentaba la recién nacida.
Las monjas, que iban precisamente a la capilla, decidieron a su vez pedir la ayuda mediadora de una venerable mujer, la italiana Itala Mela. Así, unidos en intención el cielo y la tierra, oraron con fervor a Dios.
En el hospital tras diez minutos el índice de vitalidad de la niña seguía en cero. Pero al continuar reanimándola, de improviso mostró reacción y al evaluarla el índice se elevó a siete. Mostraba un mejor color de piel, ¡por fin respiraba y tenía frecuencia cardíaca!
Esa niña cuyo nombre es Erminia, tiene a la fecha 18 años de edad y el milagro que a ella le permitió vivir ha sido el fundamento para que el pasado 10 de junio la italiana Itala Mela, conocida como “la mística de Liguria”, fuera beatificada en La Spezia, su ciudad natal.
Itala Mela, del ateísmo a los altares, bajo el signo de la Trinidad
Cinco años después, en 1920, falleció su pequeño hermano, Enrico, de tan solo nueve años de edad. El dolor de esta pérdida le marcó al punto de creer que Dios no existía; y se declaró por años atea… "Después de su muerte, nada", escribió Itala.
No duraría mucho este invierno del alma, pues en la fiesta de la Inmaculada Concepción del año 1922 fue visitada por Dios restaurando su fe que comenzó a cultivar con fervor y rigor en la formación. Ella misma cuenta en sus escritos que la frase “Señor, te seguiré hasta en la oscuridad, hasta la muerte”, se convirtió en su lema.
Ese mismo año finalizó con excelencia los estudios secundarios e ingresó a la Universidad de Génova para obtener una Licenciatura en Letras (se tituló en 1928). En esos años Itala fue una activa miembro de la Federación de Universitarios Católicos Italianos, donde conoció personas que en el tiempo serían líderes al servicio de Dios en la Iglesia… Giovanni Battista Montini (el futuro Papa Pablo VI); Alfredo Ildefonso Schuster (monje benedictino y luego Cardenal Arzobispo de Milán durante la Segunda Guerra Mundial); Divo Barsotti (sacerdote y teólogo) y Agostino Gemelli (franciscano fundador y primer rector de la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Milán), fueron algunas de esa figuras.
Pero Itala Mela también sería instrumento de Dios para fortalecer a la Iglesia… el 3 de agosto de 1928 estando en oración, se le permitió ver algo que ella narra como un “haz de luz” en el tabernáculo de la iglesia del Seminario en Pontremoli. Sería la primera de varias visiones que fortalecerían su amor por la Santísima Trinidad y reflexión mística sobre el misterio de Dios.
Tras aquél primer evento extraordinario partió a Milán, eligió como confesor al sacerdote, doctor en derecho canónico, Adriano Bernareggi; iniciando así un camino hacia la consagración laical a Dios como oblata benedictina, coronado el 4 de enero de 1933 en la iglesia de San Pablo Extramuros (Roma) al tomar los cuatro votos benedictinos: pobreza, castidad, obediencia y estabilidad. Pero Itala –marcada por sus visiones- tomó un quinto voto: el compromiso de difundir la verdad de la "inhabitación" de la Santísima Trinidad en el alma… "ayudando a los bautizados, especialmente a los sacerdotes y religiosos, a restaurar la vitalidad que esta certeza otorga a la vida cristiana", escribiría más tarde Itala, quien tomó además por nombre, "María de la Trinidad".
En abril de 1941, fiel a ese quinto voto, presentó al Papa Pío XII un “Memorial”, escrito aceptado con gratitud por el Pontífice donde esta excepcional mujer concentra sus visiones del misterio de la Santísima Trinidad y vínculo con la Virgen María, como espiritualidad de una futura familia sacerdotal de vida eremítica. Los cronistas vaticanos de la época señalan que al conocer ese Memorial, Su Santidad se mostró sorprendido "por tanta luz, tanta humildad y tan profundamente enraizada en la tradición cristiana."
María de la Trinidad, falleció en gracia de Dios el 29 de abril de 1957; sus restos fueron trasladados a la catedral de La Spezia en 1983. El 14 de diciembre de 2015 Papa Francisco autorizó la publicación del decreto del milagro atribuido a su intercesión. La ceremonia de beatificación presidida por el enviado papal, cardenal Angelo Amato, tuvo lugar en La Spezia el pasado 10 de junio de 2017.