Marie nació y se desarrolló en una Francia laicista… nadie hablaba de religión en su hogar de París, llegando a ser un tema “tabú e incluso ridículo”, cuenta ella misma en un artículo de revista L’1visible (Nr.71, junio 2016). Sus padres tampoco pensaron siquiera en bautizar a su hermano ni a ella y parece entonces lógico lo que Marie testimonia. “Durante los primeros veinte años de mi vida, no solía preguntarme sobre la existencia de Dios. Las iglesias me interesaban desde un punto de vista arquitectónico, nada más. Podría decirse que Dios era para mí casi una mala palabra en la boca”...
Tenía veinte años, una vida sexual según su cuerpo lo pidiese y sin desearlo quedó embarazada. Angustia no sintió, dice, cuando decidió abortar a su bebé. “A los 20 años yo aborté, por comodidad… los estudios, la inmadurez de mi familia, el deseo de ‘disfrutar’ mi juventud”.
Marie recuerda haberse convencido a sí misma que si era madre con 20 años, para sus padres habría sido como caer al piso desde las nubes. Tampoco en la Clínica los ‘profesionales’ le aconsejaron alguna otra alternativa que no fuere el aborto… “Lo único que me dijeron fue: «Ya tendrás tiempo después para hacer uno de nuevo»”. Muy bien, muy bien, hagámoslo, fue mi respuesta dice Marie… y así dictó la sentencia final para su bebé.
Una enfermedad que se rebela… y revela
Los cinco años siguientes Marie los vivió incluso con alegría, recuerda, sin sentir culpa ni dolor por su decisión. Lo había enterrado cuidadosamente en lo profundo de su conciencia. Verdad que descubriría con el tiempo, cuando tras casarse decidieron con su esposo tener un hijo. Se sentía emocionalmente “incómoda” Marie las primeras semanas, hasta que tras dos meses y medio de embarazo padeció un aborto espontáneo. “Mi cuerpo trataba de decirme algo, pero yo no era capaz de comprender. Unos meses después volví a embarazarme, pero ocurrió lo mismo, un nuevo aborto involuntario”.
Luego de este nuevo término inesperado Marie comenzó a sufrir períodos de insomnio y en los breves lapsos en que podía conciliar el sueño tenía pesadillas con fuertes sensaciones de culpa y miedos inexplicables. “Finalmente logré entender la fuente de mi malestar: No podía soportar el aborto que yo me hice. ¡Esta es una carga muy pesada de llevar para una mujer joven que quiere convertirse en una madre!”
Comprendió que debía enfrentar lo que vivía y comenzó a participar del programa de acompañamiento para madres en luto de Agapa, una asociación que ofrece este servicio. “Durante un año, necesité un hombro para ayudarme a curar esa herida. Al final del curso, fui mejorando... Pero me faltaba algo esencial que no lograba encontrar”.
Amada por toda la eternidad
El año 2012 fallecía el abuelo del esposo de Marie… tuvieron que ir a la Iglesia y estando allí, en medio de esa celebración que en un comienzo creyó sería sólo algo social, sus ojos se posaron sobre un Cristo en la cruz. Lo que entonces ocurrió hizo caer en apenas un tenue soplido los arquetipos del laicismo que habían ahogado la vida de Marie… “Me sentí atraída, sentí su cálida acogida. Yo me dije en ese instante: «Aquí, puede estar aquello que estaba buscando...» Dos días después empecé mi catecumenado”.
Los dos años siguientes Marie comenzó a leer y estudiar regularmente la Sagrada Escritura, a disfrutar estando en misa, compartiendo con su catequista y otros catecúmenos de distintas edades -cuestión que le sorprendía-, que como ella habían pedido ser preparados para el bautismo. Pero principalmente agradecida de las oraciones de su esposo católico que era el más feliz con su conversión.
“Fui bautizada en la Pascua de 2014, a la edad de 28 años. ¡Por fin había encontrado lo que necesitaba para sanar mi aborto: el perdón de Dios! Miré este perdón y lo recibí. Le presenté mi carga, me sentí liberada por primera vez en muchos años. Perdonarse a uno misma sigue siendo lo más difícil... Mientras tanto, mi marido comenzó un viaje hacia la confirmación. Juntos nos confirmamos en Pentecostés que siguió a mi bautismo. A pesar de que mi fe no es como una línea recta, nunca podría volver atrás… ¡Es demasiado bueno saberse amada por toda la eternidad!”