Predilectos de Jesús

En México Ignacio Arreola ya no está solo. Reconoció el amor de Dios en un grupo de nietos adoptivos

24 de marzo de 2016

"Pido a Dios por ellos, porque demuestran un amor a los que no tenemos nada…"

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Desde muy niño Ignacio Arreola vagó por las calles al quedar huérfano de madre, y aunque su padre lo reconoció siendo adolescente, huyó de él por los maltratos que recibió.

Cuarenta y cinco años compartió la vida con quien fuera su esposa. Al quedar viudo, nuevamente quedó solo, hasta que un grupo de jóvenes de la Parroquia Santísimo Sacramento (Ciudad Juárez. México) llegó a su casa para conocerlo y adoptarlo como su “abuelito”.

Vagando solo


Originario de Durango, Ignacio Arreola Galindo quedó huérfano de madre a los 8 años de edad y desde ese momento vivió en la calle sin nadie que le tendiera la mano.

“Anduve vagando por México, Mazatlán, Culiacán y Mexicali. Regresé a Durango. Ahí me agarraron las autoridades y buscaron a mi padre para que se hiciera cargo de mí”, comparte Ignacio en la entrevista que concedió en su pequeño cuarto 'de block'.

Hoy con 72 años, vuelve a recordar que tenía quince años cuando vio a su padre por primera vez. “Sabía que era mi padre porque eso me dijeron, pero nunca lo ví como tal. Me golpeaba, no me daba de comer, así que huí de él”. En esa huída acabó llegando a Ciudad Juárez pues por entonces, dice, había mucho donde trabajar. “Trabajé en restaurantes llevando clientes y en cantinas haciendo la limpieza”, puntualiza.


Hacer vida en familia

Fue en Chihuahua donde conoció tiempo después a quien sería su esposa y regresó con ella a Juárez para hacer juntos vida de familia. “Ella tenía dos niñas. Un día le dije que quería tener hijos con ella y me confesó que antes de conocerme se había operado para no tener hijos. Me dediqué entonces a criar sus hijas”, relata, y agrega... “Tengo 32 años en este terreno, aquí viví con mi esposa. La mitad del terreno es mío, la otra mitad de las hijas de ella. Hace años el municipio me hizo este cuartito, si no, no sé dónde estaría en este momento”.

Una nueva familia en Dios

Ignacio, desde el fallecimiento de su esposa fue perdiendo vínculos. Como ocurre con muchos ancianos en el mundo también a Ignacio su familia, las hijas que con su esposa crió, no lo visitan. Vivía en soledad. Pero el amor de Dios siempre está presente y este anciano es consciente de ello... 

Hace dos años y medio, llegó a su casa un grupo de jóvenes del Coro Angelus de la Parroquía Santísimo Sacramento, quienes desde entonces le brindan ayuda y compañía. Se emociona Ignacio al hablar del vínculo que se ha creado y la significancia que tiene para él... “Esta es una de las partes mas hermosas para mí. Nunca había tenido amigos como ellos. Es mucha la alegría de verlos, de tenerlos aquí. Cuando no vienen extraño sus visitas, pero soy consciente que tienen sus ocupaciones. Pido a Dios por ellos, porque demuestran un amor a los que no tenemos nada”, expresa lleno de lágrimas. Al finalizar el abuelito Ignacio reflexiona... “Los tengo a todos ellos. Hay otro ser que está conmigo a diario, le hablo, platico con Él y aquí me tiene. Si Dios me tiene aquí Él sabe por qué y donde manda capitán, no gobierna marinero. Él tiene la ultima palabra”.



Fuente: Presencia digital

 

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