Más de veinte mil páginas y un milagro

Avanza la causa de canonización de Guido Schäffer, próximo "santo de los surfistas"

09 de septiembre de 2016

"Siempre dijo que el agua era el lugar ideal para encontrar a Dios, porque allí podía agradecerle por la belleza y la grandiosidad del mar", comenta su madre.

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De las olas mágicas de Copacabana a los altares. El primer salto del brasileño Guido Schäffer, popularmente conocido como “el santo surfista”, se produjo a fines de agosto pasado, cuando la Arquidiócesis de Río de Janeiro concluyó su trabajo y envió toda la documentación –más de 20.000 páginas- al Vaticano. Si el milagro sometido al estudio de la comisión médica fuera aprobado, la beatificación sería muy pronto. Un segundo milagro lo llevaría a formar parte del grupo más restringido de los santos católicos.
 
Guido Schäffer era un joven de la medio-alta burguesía de la Zona Sud de Río de Janeiro, se había recibido de médico y tenía una gran pasión por el surf. En el año 2000, después de realizar un viaje con sus padres al santuario de Fátima, en Portugal,  Guido asombró a su familia comunicándoles que quería ser sacerdote. Había leído también el libro de Ignacio Larrañaga Nuestro hermano de Asís, y sin dudarlo, entró al seminario. Aunque no por eso dejó de ir a la playa con sus amigos a practicar surf. “Siempre dijo que el agua era el lugar ideal para encontrar a Dios, porque allí podía agradecerle por la belleza y la grandiosidad del mar”, cuenta María Nazareth, la madre de Guido, conocido como “el santo surfista”. “Para él, el mar era un signo de la inmensidad del amor de Dios. Guido no pensaba que esta pasión fuera algo contradictorio. El mar era el lugar de profunda intimidad con Dios”, agrega su amigo, el padre Jorjão, de la iglesia de la Virgen de la Paz, en Ipanema, autor del libro Guido — Mensageiro do Espírito Santo (Ed. Casa da Palavra, 2015).
 
Desde que Guido entró al seminario, los amigos y su familia estaban asombrados por la manera como él se relacionaba con los jóvenes y orientaba a las personas que tenían cualquier tipo de problemas. “Guido era un jet-ski de la fe, porque nos empujaba a entrar en las olas más grandes, más profundas. Ayudaba de la manera que hiciera falta: si estaba enfermo, él lo llevaba a recuperarse. Si era una persona que vivía la fe, lo alentaba a rezar más. Empujaba a todos con su energía. Y tenía muchísima energía”, cuenta su hermano Mauricio Schäfer.
 
El padre Jorjão pone de relieve que Guido se entregaba completamente a los necesitados, regalando hasta su propia ropa si era necesario. “Mostraba que la santidad era posible para cualquiera en el mundo de hoy. Tenía la personalidad propia del líder, vivía una constante preocupación social y al mismo tiempo fundó un grupo de oración con los jóvenes de la parroquia”. El grupo se llamaba Fogo do Espírito, Fuego del Espíritu.
 
El joven trabajó también con las Hermanas Misioneras de la Caridad, la congregación fundada por Madre Teresa de Calcuta, donde puso a disposición sus servicios como médico. Pero en mayo de 2009 Guido estaba haciendo surf con sus amigos en el puerto de Tijuca, en Río de Janeiro, cuando tuvo un accidente y se golpeó la cabeza con la tabla de surf. Perdió el conocimiento y se ahogó. Tenía 34 años.
 
Después de su muerte, la fama del “santo surfista” empezó a difundirse cada vez más. Para su funeral, en la parroquia de la Virgen de Copacabana se reunió una gran multitud que venía a darle el último adiós. “Hasta ese momento no nos habíamos dado cuenta de lo que había hecho. Cuando nos daban el pésame, muchas personas vinieron a agradecer la ayuda que habían recibido de él en los momentos de depresión, o para liberarlos del alcoholismo o de otras dependencias”, recuerda la hermana de Guido, la abogada Angela Isnard, de 45 años. Durante los meses que siguieron, la tumba del médico seminarista en el cementerio de San Juan Bautista se convirtió en meta de peregrinaciones de fieles que dejaban flores o exvotos por las gracias recibidas. Hoy sigue ocurriendo lo mismo en la Iglesia de la Virgen de la Paz, en Ipanema, donde fueron trasladados sus restos en enero del año pasado.
 
Visto lo que estaba ocurriendo a nivel popular, una carta firmada por el cardenal Orani abrió el proceso de beatificación en enero de 2015. El proceso de Guido actualmente se encuentra en la fase en la cual se completan los informes donde se analiza su vida y de qué manera vivió heroicamente las virtudes cristianas. En 2014, la Santa Sede ya había dado el nihil obstat y Guido fue definido Siervo de Dios, la primera etapa del proceso de canonización. La Arquidiócesis de Río reunió testimonios sobre eventuales gracias obtenidas por intercesión del seminarista. El coordinador de la Comisión Histórica del Proceso de Beatificación, Dom Roberto Lopes explica que se han escuchado cerca de treinta testimonios: compañeros de trabajo, surfistas y seminaristas. “El proceso está avanzando con mucha rapidez. Como la muerte de Guido es reciente, es más fácil verificar los documentos y encontrar personas que lo hayan conocido”, explicó el obispo a la revista brasileña IstoÉ.
 
El 1 de mayo de este año, el cardenal Orani celebró la misa en la playa 11 del Recreio, cerca del  lugar donde murió Guido. La celebración coincidió con el momento en que la fase diocesana del proceso de canonización de Guido, a cargo de la Curia de Río, concluía positivamente.
 
En junio de este año los especialistas estudiaron todo el proceso – más de 20.000 páginas de documentos y testimonios que comprueban la santidad de Guido – y el mes pasado la documentación fue enviada al Vaticano. Ahora hay que esperar que se verifique un milagro para proceder a la beatificación. Si después se reconoce un segundo milagro, podrá ser declarado santo.
 
Testimonios e informes sobre milagros. Testimonios de curaciones, intercesiones en momentos críticos y cumplimiento de favores no faltan. La vida del cardiólogo Bernardo Amorim, de 46 años, cambió radicalmente en 2015. Víctima de una enfermedad del sistema nervioso que lo dejó completamente paralizado, comenzó una difícil batalla para poder recuperar el movimiento. Su madre, Eliana Amorim había sido informada por los médicos de que su hijo podría empezar a caminar recién después de seis meses y que le resultaría muy difícil seguir ejerciendo su profesión de médico. Pero los sorprendió algo imprevisto. “Antes de abandonar el hospital ya podía levantarse y dar algunos pasos”, cuenta la madre en una entrevista a la revista brasileña IstoÉ. Hoy, casi un año después, Bernardo trabaja y sigue dirigiendo su institución”. Fue gracias al “santo surfista”, al que Eliana comenzó a invocar cuando comprendió la situación de su hijo. “Le recé a Guido, diciéndole que Bernardo amaba la medicina, y le pedí que pudiera volver a su trabajo”, dice la madre. “Después de la muerte de Guido Schäffer, médicos, seminaristas y amigos empezaron a decir que él debía ser reconocido como ejemplo de vida cristiana”, explicó a IstoÉ el cardenal Orani João Tempesta, arzobispo de Río de Janeiro. “Era una persona que trabajaba como médico y actuaba en estrecho contacto con los pobres y los enfermos”.
 
Juliana Gomes de Almeida, empleada de 37 años, no conseguía quedar embarazada. Guido le aconsejó que buscara un grupo de mujeres con el mismo problema (para rezar juntas). El grupo de oración no desapareció después de su muerte. “Hice un tratamiento muy suave y de pronto el médico dijo que estaba embarazada”, dice Juliana. “Estoy segura de que fue una gracia de Guido, el mismo médico estaba muy impresionado”, cuenta a IstoÉ.
 
En el libro escrito por el padre Jorjão también se relata un episodio en el que Guido, siendo ya médico, ayudó a una persona sin techo. Pasó tres horas hablando con él y curándole una infección que el hombre tenía en la cabeza (como consecuencia de una pedrada que le habían arrojado). Al terminar, el mendigo le agradeció diciéndole: “¡Bendita pedrada! ¡Realmente me hacía falta para conocer a Jesús!”
 
Con todos estos elementos, el cardenal Orani subrayó en su homilía de la Misa celebrada en mayo que “la santidad consiste en dejarse guiar por el Espíritu Santo y estar concretamente disponible para que ocurran cosas excepcionales. Y Guido ya había adquirido esta experiencia en vida, como demuestra el testimonios de los que lo conocieron”.
 
María Nazareth termina diciendo: “El proceso de beatificación de un hijo es una inmensa gracia para los padres, consuelo y alegría espiritual. Espero que todo siga bien hasta el final, para que las maravillas que Dios ha realizado en Guido y por medio de él puedan ayudar a llevar más personas a Cristo, como era su deseo”.


Fuente: Aleteia. Tierras de América

 

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