En las otras entradas he hablado de cómo se forjó en mi corazón el AMS, de las causas potenciales de esta atracción y de cómo me sentía en mi adolescencia. Quisiera en las siguientes líneas contarte qué es estar al borde de una doble vida y la infelicidad que me producía todo esto. Los engaños que me llevé y en quien me convertí durante mi tiempo en la universidad…pero también que pasa cuando empiezas a buscar soluciones y de las pequeñas luces que encontré.
Algo con lo que no contaba en mi adolescencia, era con Dios. Antes de los 18 años era una cristiana tibia, nada comprometida y alejada mucho de la Iglesia. Sé que el AMS no es un problema espiritual, pero quería contar esto porque la fe forma parte de mi vida. De todas formas, no voy a entrar en muchos detalles espirituales. Supongo que mi curiosidad me llevó a cuestionarme la fe de una manera racional. En cuestión de unos meses yo sentía la necesidad de rezar, de ir a misa, de buscar un grupo de jóvenes comprometidos. Pase de creer en un Dios cultural o de “bolsillo” en un Dios personal. Me acuerdo que una de mis primeras oraciones serias fue: “Señor, yo sé que tú me conoces y sabes que soy homosexual, pero quiero conocerte más a pesar de esto, y Tú me darás fortaleza para vivir con esto”. Me comprometí mucho con una parroquia y empecé mi camino en la fe, con sus más y sus menos claro está.
Un poco después, empecé la universidad. Al estudiar enfermería investigué si había algún tipo de gen homosexual, si había alguna causa fisiológica o algún tipo de patología hormonal, como la que decían que tenía el primo de mi padre. Leí hasta aburrirme, miré en bases de datos internacionales, me trague documentales médicos…y no hay nada concluyente. Algunas teorías aun por demostrar salían a la luz de vez en cuando, pero luego eran descartadas. Esto en el mundo de la ciencia sólo tiene una respuesta: hoy por hoy no hay nada que demuestre que la homosexualidad es genética. No había nacido homosexual.
Quitarme eso de la cabeza fue liberador y me dio una paz que no puedo describir. No había nacido con sentimientos de atracción hacia las mujeres. ¿Qué había pasado entonces? Responder esto es parte de la terapia también y hasta la siguiente página no hablaré de ello.
El AMS no mejora con el tiempo. La rabia y la falta de perdón especialmente hacia mis padres tampoco. Me atrajeron la mayoría de las chicas de mí alrededor. Todas las relaciones de amistad estaban contaminadas con la erotización. Aunque la masturbación era un tema que controlaba un poco más seguía estando presente en mi vida. Me sentí sola, sin nadie a quien acudir.
Con 22 años más o menos, un par de amigos/as de toda la vida empezaron a “salir del armario”. A mi esa opción no me daba paz. NO era solo un tema de fe, yo veía que eran muy promiscuos, que iban a bares y a fiestas a las que yo no quería ir. Tenía muchas dudas, un sentimiento de lucha interior muy grande. Conocí a chicas que buscaban lo mismo que yo, que se sentían atraídas por mí, pero siempre en el último momento de tener una relación sexual con ellas yo me echaba para atrás. Una parte de mí quería eso y la otra lo rechazaba, y yo seguía sin contarle a nadie de mí alrededor de mis luchas, optando por el silencio.
Tuve varias depresiones, ningún intento de suicidio, pero si una profunda tristeza que invadía mi vida. Me sentía rota por dentro, no solo por el tema del AMS sino por mi vida en general. Rodeada de muchas personas pero sola. La gente me consideraba alguien genial, pero yo no me veía con esos ojos. El mundo de las percepciones siguió un camino erróneo y yo sentía que no encajaba en ningún ambiente.
Poco más tarde decidí hablar con un sacerdote, hacía tiempo que le conocía y pensaba que podría ayudarme el hecho de que ellos no pueden decir nada que les cuentes en confesión. Se lo solté todo, para gran sorpresa mía no me juzgo, ni me dijo lo que tenía que hacer, solo me escuchó… eso era mucho más de lo que yo necesitaba en ese momento. Una vez leí que si no hablas con nadie de algo que te esté afectando, ese algo está en total descontrol. El AMS estaba en total descontrol en mi vida. El único consejo de ese sacerdote fue: “pase lo que pase sigue con un pie cerca de Dios”.
Un día vi en un reportaje a varios jóvenes gays que también eran cristianos, que también habían luchado contra su homosexualidad hablar sobre las terapias reparativas. Contaban su testimonio, estos hombres estaban traumatizados por ese tiempo en la terapia, les habían recomendado tomar medicamentos, autolesionarse cuando sentían atracción…, al borde del suicidio varios de ellos, mucho dolor en sus rostros. El atisbo de esperanza que se encendió en mi corazón cuando empecé a escucharles pensando que habían encontrado una solución se esfumó cuando les oí hablar del circo de los horrores que habían vivido con la terapia. “Decidí” no entrar en terapia ni acercarme a un psicólogo para hablar del AMS.
Ahora me trago mis palabras, lo sé, pero es que la terapia que yo estoy viviendo poco o nada tiene que ver con la que vivieron esos jóvenes. ¿Por qué entonces entré en terapia? Este es el punto donde quería llegar y del que hablaré en breve.
Si quieres conocer más sobre la AMS y la terapia de cambio, visítame en mi blog: LoSé